El Cruce Andino por los lagos es un clásico de la Patagonia desde hace más de 110 años

Es una ruta que une a Argentina y a Chile a través de lagos y montañas, siguiendo pasos utilizados durante siglos por pueblos originarios y por las misiones jesuíticas en su tránsito por la Cordillera de los Andes.
La historia del Circuito comienza en 1913, cuando el guía suizo Ricardo Roth encabezó un cruce entre Peúlla (Chile) y Bariloche (Argentina). Ese recorrido se transformó con el tiempo en un trayecto binacional organizado, hoy considerado uno de los más representativos de la Patagonia.
En la actualidad, el Cruce Andino funciona como un viaje terrestre y lacustre de unos 180 km, reconocido por integrar navegaciones panorámicas, pasos fronterizos y vistas directas a volcanes y bosques andino-patagónicos. El trayecto completo suele demandar entre 11 y 12 horas según el clima y el flujo migratorio. Incluye tres navegaciones —Nahuel Huapi, Frías y Todos los Santos— y cuatro tramos terrestres entre puertos.

El desarrollo del recorrido consolidó un corredor estable entre ambos países, convirtiéndose en un circuito de enfoque ecológico que combina infraestructura turística, protección ambiental y conectividad regional durante todo el año.
Las tres secciones lacustres estructuran el itinerario y se complementan con breves tramos por carretera. En temporada alta, las salidas suelen ser diarias; en temporada media y baja, la frecuencia puede ajustarse. Existen opciones de solo ida, ida y vuelta y programas de varios días con pernocte en Puerto Blest o Peúlla, dos enclaves rodeados de selva valdiviana y ríos de deshielo.

Mucho antes del turismo, las rutas que hoy conforman el Cruce Andino eran utilizadas por los huiliches y luego por los jesuitas. El trazado actual conserva la continuidad histórica de aquellos pasos cordilleranos, integrando paisaje, tránsito y memoria cultural.
La navegación regular en el lago Todos los Santos fortaleció la conectividad dentro de la zona lacustre chilena y contribuyó al desarrollo del Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, el primero de Chile y uno de los más antiguos del continente. Su combinación de lagos, senderos y pasos fronterizos convirtió este sector en un punto clave del turismo patagónico.

Más de medio millón de viajeros realizó el Cruce Andino en la última década. Para muchos, constituye no solo un recorrido escénico, sino también una forma eficiente de trasladarse entre Bariloche y Puerto Varas sin regresar por carretera ni duplicar distancias.
Existen, además, excursiones parciales. Desde Bariloche, el paseo a Puerto Blest y Lago Frías replica la primera mitad del Cruce. Desde Puerto Varas, la navegación por el lago Todos los Santos hasta Peúlla se ofrece como excursión independiente, muy valorada para acceder a miradores y áreas protegidas del distrito de los lagos.
El cruce internacional incluye controles migratorios en Puerto Frías. Se requiere documentación válida para viajar entre Argentina y Chile y, cuando corresponde, autorizaciones para menores. La tarifa no incluye comidas, alojamiento ni el ingreso al Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, cuyo acceso se rige por normativa chilena.

En los últimos años surgieron variantes temáticas, como programas Bike & Boat que permiten transportar bicicletas entre puertos y recorrer ciertos tramos por cuenta propia. También se integraron combinaciones con alojamiento, senderismo en áreas del cerro Tronador y visitas a los Saltos del Petrohué, ampliando las posibilidades dentro del mismo corredor binacional.
Tras más de un siglo de operación, el Cruce Andino continúa como uno de los itinerarios más representativos de la Patagonia, uniendo dos parques nacionales, dos regiones lacustres y dos países mediante un corredor histórico de carácter turístico y ambiental.