Categorías
El Chaltén Relatos de viaje

Trekking en el Fitz Roy

Una hermosa experiencia de trekking en el monte Fitz Roy contada en primera persona.

El imponente Fitz Roy

Desde hace mucho venía planeando este viaje a El Chaltén. Ya para diciembre estaba todo listo y bien organizado. El viaje lo organicé  alternando la estadía en un hostel y en carpa las salidas a la montaña. Esta vez quería conocer la Patagonia austral. Pero sin duda la frutilla del postre era estar lo más cerca posible de esta maravilla que es el Monte Fitz Roy.

El día que debíamos salir se presentaba algo nublado, pero con buen ánimo la noche anterior preparamos las mochilas y las provisiones para dos noches. Al otro día después de dejar los bártulos que no nos eran útiles en custodia en el hostel, partimos a las 10 am.

La senda que va al Fitz Roy se iniciaba a unas pocas cuadras del hostel, pero un amigo me aconsejó que la retomara al revés, ya que hasta la laguna Capri hay una hora de subida Eduardo O. Roberto contemplando el glaciar Piedras Blancaslo que, a mi edad y con una mochila pesada, se me podía hacer muy complicado. Así que partimos los tres: mi esposa, mi hija y yo en un vehículo hasta la Hostería del Pilar, por el camino a Lago del Desierto. Llevaba un par de bastones, algo sumamente indispensable para un trekking (ya que ayuda muchísimo sobre todo cuando se va cargado).

Entre los chismes pueblerinos del simpático conductor, mirábamos el paisaje de ese camino de ripio que es espectacular, bordeando el Río de las Vueltas, desde donde hay varios miradores.

Llegamos a la hostería, típica de montaña, después de un viaje de cuarenta minutos aproximadamente. A la derecha sale la senda bien marcada que pasa por el espectacular Glaciar Piedras Blancas, y llega al campamento Poincenot después de tres horas de recorrido, haciéndolo muy despacio y contemplando los paisajes, como a mí particularmente me gusta, dado que yo tomo el trekking como un placer, no como un entrenamiento militar. Por eso aconsejo que a los tiempos que marcan las sendas los multipliquen por dos, ya que no suelen tener en cuenta los descansos, las paradas para sacar fotos, ni la carga que uno lleva.

Eduardo esperando que las nubes den paso al Fitz RoyLa senda recorre hermosos bosques de lenga y bordea el espectacular río Piedras Blancas. A la hora y media llegamos al mirador del glaciar Piedras Blancas, donde además de descansar pudimos observar y filmar un desprendimiento. Nos sentíamos realmente reconfortados por la hermosura y la majestuosidad del lugar. ¡Pero amigos eso no sería nada!

La caminata se hacía cansadora, pero nos recompensaban a cada rato los paisajes que descubríamos. Por fin a la hora y media llegamos al campamento Poincenot. Armamos nuestra carpa rápidamente ya que el día, lamentablemente, no pintaba favorable: el Fitz Roy estaba tapado de nubes. Este campamento se encuentra adecuadamente protegido de los intensos vientos que vienen como ráfagas, en oportunidades a más de 100 km. por hora. Lo rodea un bosque añoso, en el que se ve gran cantidad de troncos caídos. Por este motivo aconsejo armar la carpa en sectores protegidos pero bajo árboles jóvenes. En nuestra apenas entraban tres personas muy apretadas, pero era sumamente confiable para los fuertes vientos de la zona. El clima es sumamente cambiante, ya que en el mismo día puede llover y salir un sol abrasador con una hora de diferencia.

El Poincenot es un campamento libre, es decir no hay prácticamente servicios, se puede encontrar con Camino de subida al Fitz Roysuerte una letrina, la cual no aconsejo visitar. Si bien toda el agua es potable, yo aconsejo llevar un jugo en polvo para proveerla de sales. Recordemos que en la caminata se consumen muchas sales minerales.

Ahora bien lo sospechado pasó al atardecer, empezaron a caer unas gotas y así todo el resto del día y la noche. Dormimos tranquilos, pero cuando despertamos a la mañana siguiente seguía lloviendo. Nos tocó estar todo el día dentro de la carpa, acostados y casi sin movernos.

Nos empezábamos a poner nerviosos. Haber planeado tanto, hacer este largo viaje, y no ver lo principal era terrible. Teníamos pensado pasar una noche en laguna Capri, a mitad de camino ya regresando al Chaltén, pero desistimos y nos quedamos quietos en ese campamento con la esperanza de una mejora.

Logramos conciliar el sueño hasta que un fuerte viento nos despertó, era una buena señal. Asomé la cabeza y comprobé que ya no llovía. Las nubes parecían jugar carreras. Hicimos lo que más deseábamos: salir de la carpa y tomar unos mates. Y cuando los primeros rayos del sol asomaron en el campamento sacamos las bolsas y camperas que estaban un poco húmedas.

El Fitz RoyCuando el equipo estuvo en condiciones partimos para Laguna de los Tres. Y no sólo nosotros sino un sin número de personas que estaban esperando ese momento. El tráfico de la senda era tan intenso, luego de esa lluvia, que fastidiaba un poco.

Lo primero fue cruzar un puente hecho con dos troncos sobre el Río Piedras Blancas. Se sube un pequeño tramo y a los pocos minutos se llega a un paraje realmente hermoso, que es el campamento de los escaladores. Descansamos en un buen y rústico refugio, y emprendimos la subida que se hace muy empinada en los últimos 500 metros.

El esfuerzo se ve ampliamente recompensado. Ya al vislumbrar la cumbre de la morena se veía un espectáculo increíble, aunque todavía el Fitz estaba cubierto con una nube que no quería despegarse del magnífico cerro. Estabamos realmente cansados, nos sentamos a esperar que se mostrara en toda su magnitud. Al poco rato fue esto lo que sucedió, ya mis nervios se habían disipado, en todos pesaba una tranquilidad y una alegría tremenda. De todo eso nos queda el recuerdo en la retina de nuestros ojos, alguna fotos magníficas, y este relato que trato de escribir para la gente que valora nuestros parques y la hermosura de la Patagonia.

Laguna de los tresAl rato regresamos al campamento, y, tranquilos comenzamos a bajar, de vuelta a El Chaltén. Fueron 9 km. y medio de unos paisajes increíbles, ya que el Fitz Roy se dejaba ver en toda su plenitud a nuestras espaldas mientras caía el día.

El sendero está bien marcado, por momentos se cruzan bosques de lenga que dan un aspecto encantado al ambiente. Nos dimos el lujo de desviarnos a la laguna Capri que contagia una paz descomunal. Luego la senda baja permanentemente, durante 1 hora y media. Y ya llegando a El Chaltén se tienen unas vistas excelentes del pueblo y el Río de las Vueltas.

Por Eduardo O. Roberto.