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Historia de la Patagonia

La fiebre del Oro en la Patagonia – Parte I

No es una novedad que toda la Patagonia está poblada de historias fantásticas, hombres desmesurados, empresas casi imposibles. La de Julio Popper y la búsqueda del oro es una de ellas. En esta primera entrega les contamos quién fue este hombre, cómo fue su vida y cómo llegó a este confín del mundo en busca, sobre todo, de aventuras.

¿Quién fue Julio Popper?

Julio PopperEra un joven rumano, nacido en el seno de una familia judía de Bucarest, en 1857. Como para alimentar la leyenda, no se conoce el día exacto de su nacimiento. Su familia procedía de Polonia. Se sabe que su padre, Naftalí o Neftalí, era un destacado intelectual, dominaba varios idiomas y, entre otras cosas, fundó la primera escuela israelita de Bucarest, con un programa de enseñanza avanzado para la época. Para escándalo de los ortodoxos, no se enseñaba en hebreo sino en idish, rumano, y alemán. El periodismo era otra de sus actividades: editó un semanario bilingüe rumano-idish, de corte liberal, que se llamó «El Tiempo» y que sólo duró tres meses en circulación porque no fue aceptado por el sector judío más conservador.

Como vemos, la vida no era fácil para un joven con inquietudes perteneciente a una comunidad como la de la minoría judía, en la Bucarest de mediados del siglo XIX.

Popper asistió al colegio de su padre, pero fue cerrado. Luego, quiso ingresar a la Universidad Politécnica de Bucarest, pero no lo logró por su condición de judío. Finalmente optó por emigrar en busca de mejores horizontes para sus aspiraciones. Estudió en la Universidad Politécnica de París, en la Escuela Nacional de Puentes y Rutas, donde se graduó como Ingeniero en Minas. En esta etapa dio clases para pagarse cursos adicionales en La Sorbona sobre física, química, meteorología, geología, geografía y etnografía. Dominaba el alemán, el rumano, el idish y el francés. Tenía nociones de italiano, latín y griego.

Es curioso cómo llegó a sus oídos por primera vez la palabra «Patagonia». Cuenta él mismo en sus escritos que, en uno de sus viajes por Europa, al pasar frente a un circo, el empresario alentaba a los paseantes para que ingresaran diciendo que podrían ver a «un indio de las tribus de Australia, de los caníbales de la Patagonia, que había devorado cruda la lengua de su suegra».

Comienzan los viajes

Buscando nuevos trabajos fue primero a Constantinopla, de ahí pasó a Egipto, trabajó en tareas de mantenimiento del Canal de Suez, viajó por Medio Oriente, la India, China y Japón. En 1881 volvió a Rumania, pero sólo circunstancialmente para visitar a su familia. No sabía que sería la última vez que los vería…

Intentó relacionarse con la gente de la Sociedad Geográfica de su país pero evidentemente su personalidad estaba hecha para los viajes y ese mismo año emprendió un nuevo periplo que lo llevaría a Siberia, de allí a Alaska, luego Canadá, para llegar finalmente a los Estados Unidos. Allí estuvo bastante tiempo en Nueva Orleáns, donde participó en el planeamiento de la canalización y urbanización de la ciudad.

Al año siguiente fue a Cuba, por ese entonces todavía colonia española. Allí realizó un plan de ordenamiento urbano de La Habana y su Puerto. Pasó a Méjico, donde comenzó su carrera de periodista en el «Diario de Los Forasteros», órgano de las minorías extranjeras. Después de hacer varios trabajos cartográficos, se dirigió a Brasil. Estando allí le llegó la noticia de que se había encontrado oro en el Estrecho de Magallanes. Sin dudarlo, partió inmediatamente para Buenos Aires. Tenía 28 años.

El brillo del oro

La fantasía de Eldorado todavía sonaba fuerte en el imaginario de la época, y más aún para Popper, quien no sólo pensaba en leyendas sino también en una empresa bien real y provechosa.

En los diarios de Buenos Aires se compara a esta zona aún no explotada con el oeste norteamericano, California y Yukón. Después de todo, en ambos casos, estas tierras representaban «el fin del mundo», lo desconocido, el territorio que estaba más allá de todo lo explorado, la tierra de los mitos y las leyendas.

La primera excursión de reconocimiento es realizada por Popper entre marzo y mayo de 1886. Recorre el trayecto que va desde Cabo Vírgenes hasta Punta Arenas. En octubre de 1886, pisó por primera vez Tierra del Fuego. Lo que vio en estos viajes estaba muy lejos de ser «Eldorado» o la «Ciudad de los Césares» del mito. Sólo en las playas de Punta Arenas encontró, en muy escasa cantidad, algo de arenas auríferas.

Sin embargo, de regreso en Buenos Ares, en 1887, dio una conferencia que entusiasmó tanto a los presentes que de ella salió como resultado la fundación de la Compañía Anónima Lavaderos de Oro del Sur. Sus socios pertenecían a la alta sociedad del momento: José María Ramos Mejía, Joaquín M. Cullen, Alfonso Ayerza, Tomás A. Le Breton, Emilio Lamarca, lo más selecto del mundo comercial de entonces.

Como Director de esta compañía minera, en la primavera de 1887, Julio Popper regresa a Tierra del Fuego y funda, en un lugar inhóspito, barrido por el viento, el famoso establecimiento minero al que le puso por nombre «El Páramo». De la historia del Páramo y del destino de los buscadores de oro de la Patagonia nos ocuparemos en la segunda parte de esta nota, disponible aquí.

Investigación y Textos: Marita Alasio – Alejandra Torrealba

(Foto gentileza del Museo del Fin del Mundo – Archivo Temático)