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Patagonia hoy

Pueblos fantasma

Hace poco leímos un artículo en la prensa en el que se hablaba de los pequeños pueblos, aldeas y parajes de la Patagonia que están a punto de desaparecer. Una inmensa tristeza invade a todo el que se asoma a estas historias.

Detrás de los números, las estadísticas y los intentos de explicación de diversas teorías están las personas, los hombres y mujeres que ven morir poco a poco el futuro que soñaron. Cuesta ponerse en la piel del pequeño criador de ovejas que un buen día se enteró de que ya nadie quería comprar sus animales porque habían variado los precios internacionales de la lana. O en la del empleado del ferrocarril, esperando en vano un tren que ya no pasa en una estación aislada en medio de la nada. O en la de la maestra que eligió una forma diferente, muy especial de ejercer su vocación. Todos ellos apostaron a un futuro distinto, con sacrificio, con valor, con desafíos y hoy ven que ese mundo posible ya no existe.

Este fenómeno no es exclusivo de la Patagonia. El Lic. Fernando Orsini publicó un artículo en el Diario Los Andes de Mendoza en el que aparece la siguiente información: «Según datos del censo del año 1.991, en el país hay 1.326 localidades rurales, (menos de 2.000 habitantes), y lo preocupante es que un tercio de estos asentamientos se encuentra en vías de desaparición

Clemente Onelli, en la Provincia de Río Negro es uno de estos ejemplos. Nunca fue más que un pequeño pueblo, pero hasta los años 90 gozó de una cierta prosperidad: la cría de ganado y su rol como parada obligada del tren que unía Buenos Aires con Bariloche hicieron que casi 500 personas se animaran a enfrentar los 25° bajo cero del invierno y se instalaran en este cañadón a más de 1000 metros s.n.m.. A partir de 1990, con el cierre de este ramal, la población se redujo a casi la mitad.

La historia de estos pueblos ferrocarrileros es una constante en nuestro país, como se lee en «Una Argentina olvidada»: «El tren fue el nexo que permitió el flujo de productos exportables desde el interior hacia el puerto y también de inmigrantes desde el puerto hacia el interior. No es casual entonces, el paralelismo existente entre el nacimiento, evolución y estancamiento del ferrocarril y la mayoría de estos pueblos que hoy ven seriamente amenazada su existencia. El ocaso de la actividad económica que les dio vida y el haber quedado alejados de las vías de comunicación que surgieron posteriores al tren, los sentenció prácticamente a la extinción, padeciendo una constante emigración rural-urbana.»

Y dentro de este contexto general, los pueblos fantasma patagónicos tienen sus propias y particulares penurias: un invierno que llega pronto y se va tarde, la escasa leña que necesita ser reforzada por la que pueda aportar la ayuda estatal, lo mismo que el kerosén, la ironía de una red de gas que, en ocasiones, pasa a sólo 500 metros del caserío pero en la que nunca se puede instalar un reductor necesario para que pueda aprovecharse para el consumo doméstico, la dificultad en las comunicaciones, y un sinnúmero de etcéteras.

Parece que estamos obligados a concluir con las palabras del Lic. Orsini: «En la actualidad estas localidades languidecen sin futuro y lo grave es que, en su agonía, devoran historias de carne y hueso, argentinos sin esperanza, que se ven obligados a abandonar sus raíces en busca de nuevos horizontes. Debido a su escaso nivel de capacitación, tienen pocas probabilidades de insertarse en un medio ambiente desconocido y hostil para ellos, como son las grandes urbes. Por tal motivo, están destinados a engrosar los cinturones urbanos periféricos, lo cual trae aparejado el aumento de la marginalidad, inseguridad y frustración. Sin duda, la migración hacia las ciudades, no ha modificado el estado de exclusión que padecen

¿Seguiremos siendo mudos testigos del derrumbe o asumiremos el desafío de elaborar un plan de desarrollo para la región que incluya a todos y cada uno de sus habitantes?

Fuente bibliográfica: «La Argentina olvidada», artículo del Lic. Fernando Orsini, publicado en Diario Los Andes, Argentina.